Una tarde cualquiera, donde la brisa va de un lado a otro y las nubes oscuras cubren los últimos rayos del sol, una joven mira cargada de melancolía por la ventana de su oficina el atardecer que abraza la noche, pero esta vez con un lastre grisáceo que rodea el contexto de una tristeza abrasadora. Absorta en esa maravilla antes de salir para su hogar y finalizar el ajetreado día con una ducha de agua tibia.

 

Estefanía con tan solo 20 años lleva trabajando un par de meses como fotógrafa de reportaje, para un reconocido periódico de la ciudad de Cali- Colombia. Su rutina empieza desde las 6 de la mañana, iniciando el día con una buena taza de café y leyendo algunas páginas de su libro favorito. Antes de salir para su trabajo se cerciora de que Camilo, su vecino, haya salido antes que ella. Desde la ventana, Estefanía observa cómo su vecino sale todos los días de su hogar, aprovecha que él no se percata de su presencia para tomarle unas cuantas fotografías con su cámara análoga, las cuales cuelga en las paredes de su habitación. Pero el día de hoy va con prisa, se ha levantado un poco tarde y ni bañarse ha podido, por lo que se le pasa desapercibido revisar antes si ya ha salido su vecino.